Querido diario:
Hoy es la novena final de Metal Battle México, hoy tendré por novena ocasión el gran placer y, ¿por qué negarlo?, el gran orgullo de saber que habré cumplido mi sueño por novena ocasión: que una banda mexicana toque en el escenario más importante del mundo del metal.
Casi no he dormido, dos o tres horas quizá, y no dormiré hasta que acabe esto. Me dan vuelta por la cabeza mil conversaciones, datos, situaciones, jueces, bandas, detalles... Y decidí relajarme de la manera que mejor sé hacerlo, escribiendo.
No creo que este termine por tener mucha estructura, no es el punto, es nomás tratar de quitar de mi mente los mil y un pensamiento que no me dejan en paz. Como ver la publicación de alguien que estuvo en la Batalla y que está devastado por no haber ganado, por no haber llegado a la final. He visto ese sentimiento en muchas ocasiones, y no es fácil. Por cada sonrisa de las bandas ganadoras y por cada una de sus presentaciones en Alemania, de las que estoy absolutamente orgulloso porque nunca, a ninguna banda mexicana le ha ido mal, por cada uno de esos momentos alegres, hay muchos momentos tristes y de frustración. Y lo entiendo, pero veo la publicación, que no es para nada contra la Batalla ni contra mí, y me siento un poco mal. hay bandas que tienen talento pero fallan en algo. Y a algunas, cuando se acercan y preguntan, uno les dice lo que ve, lo que uno cree que podrían mejorar. Muchas veces es el cantante. Algunas bandas de verdad tendrían que deshacerse del que tienen, otras deberían pagarle unas clases, un apoyo vocal, porque tienen con qué, pero no saben como potenciarlo. Pero si les dices y te los encuentras en el camino o en una Batalla más y siguen igual, pues qué hacer.
También, como cada año, hay alguna o algunas bandas que se quedan en el camino y que yo querría haber tenido en la final, pero la primera instancia en esto es apoyar a muerte a tu jurado. Yo los escojo, yo los invito y yo los apoyo a muerte. Pero a veces hay bandas que no llegan a la final y que yo creo que deberían estar. Y claro, eso significaría que alguna de las que está, tendría que salir. Nunca hay una salida fácil, pero hay dos caminos: haces las cosas derecho, como está explicado en la convocatoria, o te haces wey, mueves un puntito acá y allá y acomodas a la banda que querrías ver en la final. Y claro, no duermes pero no por el tinitus y el estrés y el cansancio, como hoy, sino porque tu conciencia no te deja. Ni hablar, prefiero que sea por el ruido en mi cabeza que por saber que hice trampa.
Uno se cansa. Y eso que no estoy solo, que está la famosa Señora Interesante o Kelpy que hace muchísimo más de lo que está dispuesta a que le reconozca (y que se va a enojar cuando lea su nombre, jaja). Y están mis jueces, ellos no se llevan ningún beneficio directo, no les pago por su chamba, apenas les invito tres rondas de chela por fecha. Y es que hoy ví por ahí un comentario tipo burla en referencia a ellos, pero seguramente quien lo escribió no sólo nunca se ha parado en un escenario, sino que muy probablemente no va a las eliminatorias, sólo teclea, denuesta y se burla por deporte. allá él o ella. Qué pena que siga existiendo gente así.Y están quienes han apoyado en distintos años de manera desinteresada. Y está por ejemplo el Tibu, querido amigo que será el sereno, pero que hace una labor excepcional sobre el escenario y que me permite acabar siempre a tiempo. Sí, mucha gente llega tarde a los shows de la Batalla porque en México siempre hay retrasos, y se topan con que aquí no los hay, o no son bgraves. 9 de cada 10 veces, por lo menos en los últimos 4 o 5 años, los retrasos en el inicio de la Batalla son porque esperamos a que llegue un poco más de gente y la banda que abre no toque para 10 personas. pero siempre acabamos puntuales.
Querido diario, hoy sólo quería desahogarme, veo doble por la gripa y el cansancio, pero sé que al rato la adrenalina hará que todo valga la pena. Ya llegué a ese punto en el que me queda claro que no se le puede dar gusto a todos, incluso a los más cercanos a mí. Sé que hay cosas que pueden mejorarse, pero también sé que son muchos los que lo piensan, y muy pocos los que tienen una propuesta concreta y sensata para hacerlo, jaja.
Este año nos fue bien, cada vez viene más gente a las fechas, y eso es bueno, es síntoma de que además de las familias y amigos, cada vez hay más convencidos de que en México hay metal de buena calidad. Ver eso es un placer. En general, este año ha pasado todo con muy pocos sobresaltos. ha habido pocas quejas sin sentido, aunque falta la final, falta que gane X y entonces los amigos de Y y de J y de U se enojen y se quejen amargamente. Jajaja, se quejan sin ir a la final, sin ver a las demás bandas, sin ir jamás a algún show, ni siquiera a los de la banda que apoyan porque Chuchito el bajista es amigo desde la primaria. Pero eso es parte del show y así se toma.
Hoy una fional más, una con sabor distinto porque la banda que llegue a Wacken lo hará en defensa de un título mundial, y eso no es cosa fácil, aunque si lo saben manejar, no será motivo de presión sino de orgullo. Calculo que mucha gente verá en Alemania a quien resulte ganador esta noche con la idea de "ah, México ganó el año pasado, a ver qué tal". Eso no puede ser nada malo.
Le puse en un correo a todas las bandas que no importaba quien gane, que todas cuentan con mi apoyo y amistad, para lo que alcance a servirles eso. Siempre, o casi siempre porque ha habido excepciones, ha sido así. Algunas lo han valorado, otras no, y no pasa nada.
Hoy tengo inclinación por dos bandas. Si alguna de ellas gana, de lujo pero si no, tampoco será la primera vez que no le atino. Han sido más las veces que mis gallos no ganan que las que sí lo han hecho, pero al final, con la mayoría mantengo una excelente relación, y eso es invaluable.
Un año más, y en gran parte también es gracias a los glóbulos que se acercan a Metal Battle y se enganchan con ella. Un año más...
Si llegaste hasta aquí, gracias.
Migraña en zombie descarriado mode.
domingo, abril 22, 2018
jueves, noviembre 30, 2017
Hell and Heaven: el niño, el adolescente y el adulto.
Todos los
festivales del mundo, los de metal y los del género que sea, nacen con más preguntas
que respuestas. Idealmente, todos deberían mejorar con cada edición, pero eso
requiere de un atributo que el ser humano en general no siempre recibe de buena
gana: la capacidad de tolerar la crítica. Cuando un ser humano aprende a leer y
escuchar la crítica sin el estorbo de la entraña, crece. Obviamente ese proceso
no es fácil, y menos en un mundo como el de hoy en el que las redes sociales se
desbordan de opinólogos cuyo único mérito es, bueno, ninguno.
Se entiende
que en el mundo de hoy la democracia en cuanto a libertad de expresión, por lo
menos en la mayor parte del mundo occidental, es casi total. Es decir, todos
tenemos derecho a tener y externar una opinión sobre el tema que sea. El
problema es que internet derrumbó todos los filtros y le ofreció acceso para difundir
sus opiniones a todo mundo en todos los temas, estén calificados para opinar o
no, y eso al final del día aporta poco y complica mucho. Nadie puede –ni debe-
obligarme a callar mi visión sobre física cuántica, pero yo debo tener la
capacidad analítica y de auto crítica para saber que ese es un tema del que si
hablo, probablemente diré más tonterías que cosas ciertas. Sin ese filtro de
auto censura o de control sobre los impulsos de pertenecer a todo vía Facebook
y Twitter primordialmente, lo único que se ha logrado es perpetuar la gran
contradicción de que en ésta, la era de la información sin límites, es cuando
los humanos estamos más desinformados.
Todo esto
influye en los seres humanos a la hora de tomar decisiones. Eso y la parte
contraria: los opinólogos lambiscones que tuercen la verdad hasta límites
insospechados con el único fin de obtener un beneficio personal, y ya que el
texto habla sobre el Hell and Heaven, eso se traduce en boletos gratis o
invitaciones a fiestas o acceso a confirmaciones de algunas bandas antes que la
mayoría o, simplemente, en “likes”, “shares” y “views” (es que ya nadie usa
terminología en español, ¿para qué?).
¿Quiénes hacen
más daño? Difícil de responder. Por un lado, los que opinan de todo sin saber
de nada ayudan a confundir a la gente en temas de toda índole, y la confusión
es por definición un estado anormal y con connotaciones negativas. En términos
coloquiales: no está chido estar confundido. Así, la crítica que viene de este
sector de personas es poco valiosa porque en general no tiene muchos argumentos
para criticar. Volvamos a la física cuántica, si yo critico una nueva teoría
sobre el tema, mi crítica no debería ser tomada muy en serio, es más, ni
siquiera debería ser tomada en cuenta, punto, porque no estoy calificado; para
eso hay físicos y matemáticos y científicos que tienen un entendimiento real
sobre dicha materia. Si Juanito el de las Pitayas que ni metalero es critica al
festival o al cartel o a esta o aquella banda, no debería ser tomado en cuenta.
Si Juanito el de las Pitayas que nunca ha ido a un festival al aire libre, ni
siquiera al Vive Latino o al Corona Capital o Knottfest o al mismo Hell and
Heaven o el que sea, nunca ha salido de la CDMX y en ocasiones nunca ha salido
siquiera de su Delegación tiene una opinión, que la externe, pero no debería
ser tomada en cuenta, y no hablo de los organizadores nada más sino del
público: una opinión sin argumentos pero llena de halagos o insultos fácilmente
se vuelve viral y fácilmente nubla la capacidad de un promotor (y de cualquier
persona) de entender si vale o no la pena ponerle atención. Y esto lo digo por
experiencia, porque hablar de lo que hacen mal los demás siempre es más fácil
que hablar de lo que hace mal uno mismo.
De igual
forma, aprender a distinguir los cumplidos y palabras de aliento de las sobadas
gratuitas de ego es muy complicado. A todos nos gusta que nos digan lo bien
hechos que somos, lo importante que es esto o aquello que hacemos y a niveles
más grandes, ¿a quién no le gustaría escuchar que su trabajo ha cambiado al
mundo, o a un país o a una escena o algún aspecto cultural del entorno en el
que vive o la vida aunque sea de una persona? Ahí es donde los dichos y los
clichés cobran relevancia: “ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo
alumbre”. El dicho es un cliché pero se volvió tal cosa precisamente porque
refleja una verdad que se repite una y otra vez. Caer en las garras del enojo
por la crítica es facilísimo, y caer en las garras de creer que se surfea en la
cresta de la ola y que se es invencible lo es más. El punto medio es el que
cuesta mucho trabajo, y en el caso Hell and Heaven siempre ha habido voces que
se alzan desde ese punto medio. Para escuchar esas voces se debe ser adulto, y
el festival parece haber llegado ya a esa etapa. ¡Enhorabuena entones!
La idea de
este texto es entender el fenómeno Hell and Heaven desde una perspectiva
crítica. Para lograr eso debe quedar claro que la postura de Sangre de Metal
siempre ha sido cautelosa, aunque algunos no lo vean de esa manera. Por
ejemplo, los que sólo recuerdan las críticas vertidas en este espacio y los que
llevan el mismo nombre en Rockconexion y Sónica Tv por ejemplo, olvidan las
tres sesiones en Telehit y la de W Radio en las que se alababa el cartel que se
ofrecía, la llegada a México de un festival al aire libre dedicado al metal y
el arrojo de una empresa que llegaba, aparentemente, con la solidez necesaria
para competir con las grandes empresas. Así mismo, los que lean en este artículo una lamida de botas lo harán porque no conocen nada más allá de este texto.
El niño.
¿Por qué
criticar un festival que intenta poner a México en el primer mundo del circuito
metalero internacional? Palabras más, palabras menos, esa pregunta me la han
hecho cientos de veces. La respuesta es simple, porque afortunadamente he
vivido algunas experiencias que me dan un contexto amplio sobre lo que es y lo
que puede ser un festival exitoso. Los he vivido en México y fuera del país
como público y también los he trabajado desde adentro, desde el Vive Latino
hasta el Monterrey Metal Fest, del Corona Music Fest cuando no se había involucrado
Ocesa hasta el Creamfields, desde el Corona Capital (ya bajo el ala de Ocesa)
hasta el Wacken Open Air. Eso, desde mi perspectiva, me da cierto anclaje para
opinar.
El niño Hell
and Heaven se lanzó al mundo sin medir las consecuencias de sus actos, motivado
más por elementos lúdicos que por elementos calculados: quería presumirle su
juguete a todos sus amigos, compartirlo para que todos se divirtieran, porque
además tenía el juguete que todos querían pero muy pocos tenían. Era más
ingenuo de lo que cabía, y eso al final la salió caro.
El niño
Migraña por su parte estaba feliz de estar cerca del niño con el juguete nuevo
(es justo criticarme a mí mismo, ¿no?). El entusiasmo era similar al del niño
Hell and Heaven y se aventó de cabeza y feliz a la que le dijeron que era una
alberca de espumas, incluso como todo niño tenía a sus amigos a los que quería
tener cerca en este festejo y alguno que otro que toleraba sólo porque no valía
la pena pelear.
El problema
en Texcoco es de todos sabido, y si no, pueden checar mi post más polémico al
respecto, aquí. Ese problema hizo que los niños Hell and Heaven y Migraña
llegaran de golpe a un estado de adolescencia, ese en el que se está en camino
a la madurez pero aún sin distanciarse totalmente de la infancia. Adolescentes
y enfrentados, además.
El
adolescente.
Lleno de
hormonas, el adolescente Hell and Heaven lanzó culpas, indirectas, directas y
golpes a diestra y siniestra. Casi no escuchó a las diversas voces que
cuestionaron su accionar, y cuando lo hizo, fue por encimita. El mundo estaba
en su contra y él no entendía por qué, todo era una conspiración, lo querían
fuera de la jugada y demás actitudes típicas de los impulsos de la
adolescencia. Sin embargo en esa etapa también hay mucho vigor, y en defensa
del joven Hell hay que decir que no tiró la toalla, aceptó alianzas (o lo
obligaron las circunstancias a aceptar o “haiga sido como haiga sido”, Felipe
Calderón dixit) y siguió adelante, aunque con ciertos errores que otros adolescentes,
como el tal Migraña, expusieron (el no tener bocinas hacia la sección General y
que Kiss no pudiera usar la araña son los ejemplos más recordados).
Ahí, dolido
sobre todo porque su banda favorita no pudo lucir como debía, el adolescente
Migraña volvió a denunciar que el festival seguía en camino de crecer y establecerse
como una marca de estándares competitivos en el primer mundo, pero que todavía no
llegaba a ese punto.
Aquí cabe
aclarar que hubo muchísimas voces que estaban en el mimo canal en cuanto a reportar
las incidencias del festival, tanto lo bueno como lo malo. Muchos tendrían una
motivación similar a la mía de presionar para que ciertos detalles mejoraran, y
otros seguramente tendrían su agenda personal y criticaban con mala leche como
hoy lo hacen muchos anti Zepeda Bros por ejemplo. Es decir, algunos criticaban
para rematar con frases celebrando a Zepeda Brothers y su Knottfest de igual
manera que hoy muchos lambiscones del Hell and Heaven alaban a Live Talent y
cierran sus halagos con denuestos contra Zepeda Brothers; el famoso síndrome
del cangrejo, aunque esa es carnita para otra tortilla o información para otro
tipo de texto.
Ese
adolescente Hell and Heaven reapareció con la que hasta hoy es la más reciente
edición del festival, la de 2016, y mostró una marcada mejoría que sin embargo
no terminaba de cuajar; probablemente lo que le faltaba era aprovechar de mejor
manera esas alianzas que ya había establecido, aflojar un poquito en el control
del festival con la idea de que eso lo llevaría a una mejora que lo iba a
beneficiar, mientras tanto, el adolescente Migraña había perdido la perspectiva
de la crítica con sentido y en ocasiones lo hacía desde la entraña.
El adulto.
Hacer
pública, aunque sea entre líneas, la alianza con Ocesa, es el mejor paso que
pudo dar el festival. Sí, eso significará para ellos perder algún porcentaje de
control e independencia pero al mismo tiempo significará que su marca
sobrevivirá y que potencialmente crecerá al nivel de festivales como el Vive y
el Corona, hablando de cuestiones logísticas (baños, accesos, infraestructura,
sonido…).
Ahora bien, en
cuanto a talento (cartel), el festival ha sido adulto desde su primera edición,
aunque entre adultos también hay quienes destacan más que otros. Los gustos de
cada quien serán siempre un estorbo (y me incluyo), pero hay que tener claro
siempre que para que un festival de ese tipo funcione, se necesita vender
boletos. ¿Rammstein vende más boletos que Ozzy? Sin duda. ¿Rob Zombie y Korn
apestan? Para mí sí, pero venden y están dentro del espectro del metal. ¿El
cartel del 2018 es el mejor que han conjurado? Pues una vez más es cuestión de
gustos, pero una cosa es haber tenido carteles adultos y otra es lo que
lograron para 2018, ese cartel no sólo es de primer mundo sino de envidia para
gente de otros países.
El adulto
migraña y sé que muchos de mis contemporáneos siempre soñamos con un cartel así
cuando éramos niños y adolescentes. No sólo es que estén Ozzy y los Scorpions y
Deep Purple y Judas Fucking Priest, porque sólo con eso el cartel sería
histórico, es el conglomerado de leyendas que redondean ese cuarteto lo que lo
hace maravilloso. Además, desde la perspectiva de negocio, está equilibrado en
cuanto a generaciones; hay bandas que empezaron en los 60 (Scorpions y Deep
Purple), en los 70 (Judas Priest y Saxon), en los 80 (Ozzy [como solista
obviamente], Testament, Megadeth, Overkill, Bad Religion, Marilyn Manson, L7, Brujeria),
en los 90 (Refused, Moonspell, Sabaton, Watain. Killswitch Engage) y los 2000 (Gojira, After The Burial, Kadavar,
Hollywood Undead).
Al final del día todo recae en la idea
con la que inició este texto: todos tienen derecho a una opinión. La mía es que
la alianza entre Live Talent y Ocesa (los detalles de porcentaje de
participación y demás son irrelevantes, por lo menos por lo pronto y para mí)
es una apuesta ganadora. Live Talent gana en cuanto a la capacidad de sus
socios para organizar exitosamente festivales masivos y Ocesa gana en cuanto a
la sensibilidad que ofrece su nuevo amigo de lo que es o no un buen cartel
metalero.
En cuanto al apartado de bandas
nacionales, aún falta saber si mantendrán o no (espero que no) el mal llamado
New Blood Stage que más que escenario parecía carpa de vacunación del DIF, y si
lo mantienen, entonces ver que de verdad sea un espacio que merezca el título
de escenario digno. Fuera de eso, es agradable y sorprendente ver que también
ahí el Hell se convirtió en adulto y ahora abre más espacios no sólo para las
bandas comúnmente asociadas a ellos (Tanus, Pressive, Thell Barrio, Los Viejos)
y a Ocesa (Qbo, Ágora, Resorte, S7N) sino que da la bienvenida también a
propuestas más jóvenes (Jet Jaguar, Tulkas) y clásicos de la nueva generación
(Strike Master).
Así, el Hell and Heaven está más cerca
que nunca del primer mundo metalero y sólo falta ver si algunas de las críticas
más recientes, como la falta de más baños y que además estén limpios o la poca
variedad y cantidad en la oferta de alimentos, son atendidas. También habrá que
checar que los extras propios de los boletos más caros (estacionamiento
cercano, baños exclusivos…) de verdad se cumplan.
Ojalá el adulto Hell entienda que no es tan
malo como sus peores críticos dicen, pero que tampoco ha llegado al punto de
ser tan bueno como sus más descarados lambiscones le dicen que es, porque
entonces, va a crecer mucho más.
La soberbia es un mal por el que pasamos
muchos, pero la humildad es el paso siguiente y se llega ahí cuando, sea de la
manera que sea, uno se rompe la madre y acepta la crítica, sin que eso
signifique jamás renunciar a los ideales propios o sucumbir ante los deseos de
los demás.
martes, octubre 31, 2017
Gene Simmons, reseña
El Rock por
naturaleza suele ser rebelde, crítico, subversivo y eso es bueno, pero también por
momentos puede ser divertido sin que eso implique perder validez.
Sobre Gene
Simmons, la persona, se ha dicho y escrito mucho, demasiado tal vez. La gente
habla de él como si en verdad lo conociera y sin tratar de defenderlo, porque
ha demostrado mil veces que es perfectamente capaz de hacerlo, lo primero que
debe importar al hablar de él debe ser su oferta artística sobre el escenario: “los
negocios son una cosa y la música es otra”, escribió acertadamente hace unos días
en un comentario de red social el periodista José Luis Pluma.
La venta de
boletos no fue ni remotamente la esperada, en ese sentido el concierto del 30
de octubre fue un fracaso rotundo. Algunos estaban gastados (fin de semana de
Knottfest, Puebla Metal Fest, Northside Rock Park Meeting, Defenders of The
North, Kreator, Tarja…), otros ni siquiera estaban enterados y muchos no fueron
por una abultada cantidad de prejuicios sobre la ideología política y moral de
Gene. Es decir, muchos Kisseros y rockeros en general se perdieron de un gran
concierto porque Simmons ha mostrado estar de acuerdo en ciertas decisiones de
su presidente, o porque quiso patentar el uso de los cuernitos tipo Spiderman,
o porque no le gusta firmar memorabilia o porque esto y lo otro. Ciertamente vivimos
en una democracia (muy cuestionable en niveles concretos, pero democracia
finalmente) en la que todos tienen derecho a opinar (por lo menos en cuestiones
vacuas como un concierto de rock o la vida de un artista), comprar o no boletos
para un concierto con base en cualquier argumento que deseen y despotricar
contra un artista determinado en lo que por momentos parecía campaña para,
justamente, lograr que la gente no fuera.
Gene tiene el
cuero bastante grueso y no se deja amedrentar por estas nimiedades, finalmente
es el creador de la mitad de uno de los emporios más grandes en la historia del
rock, estableció de manera empírica y después muy estudiada un reglamento no
publicado que siguen todas las bandas del mundo del rock duro -desde los casos
obvios como Maiden y Metallica hasta los más true como las bandas blackers que
venden cervezas con sus nombres- sobre como hacer rentable un producto, aunque
algunos nos tardemos años en asimilar y aceptar que una banda de rock es entre
muchas cosas más, es un producto.
Por eso hay que
dividir los sentimientos personales hacia un artista y los sentimientos hacia
la creación artística de dichos personajes. Una vez que se logra, el de anoche
fue un concierto que cumplió con una premisa básica de Kiss: divertir y
entretener (quiero rocanrolear toda la noche y enfiestarme todo el día).
Dos minutos antes
de las 9 de la noche comenzó la intro de “Radioactive”, aunque sólo fue eso, la
introducción. La descarga rocker comenzó propiamente como han arrancado algunos
conciertos de Kiss en México, con “Deuce”. Contrario a lo que se vio en algunos
videos en los que parecía que Gene estaba aburrido, en el Pepsi Center comenzó
con la actitud correcta sin importar el tamaño de la audiencia (que por cierto
y gracias a los trucos para reducir espacios se veía nutrida, aunque no lo
fuera tanto).
Su presencia era
impecable: vestimenta negra con algún adorno de calavera mexicana en la camisa,
cabello recién pintado, lentes oscuros redondeaban esa ególatra postura física y
gesticular que tanto ha marcado su carrera. Pero es Gene Simmons, y aunque un poco
menos marcado, dos días antes también Paul McCartney, el Sir Británico, se dejó
querer por la gente a manera de porras con su nombre y también él alentó en un
par de ocasiones a la gente para que lo celebraran. Y lo hacen casi todos los
cantantes de bandas de rock exitosas, aunque los fans de esas se enojen y digan
lo contrario.
“Nothing To Lose”.
La historia sobre sexo anal que se hiciera clásica en la voz de Peter Criss
pero que es autoría total de Simmons fue el segundo tema de la noche y le
siguió “Shout it out loud”, co escrita por él, Paul Stanley y Bob Ezrin. Hubo
por ahí algún comentario de alguien que se quejaba ya en ese momento de que
sólo eran temas de Kiss, y bueno, probablemente esta persona esperaba versiones
de los Beatles o Queen, aunque en el escenario el que estuviera parado fuera el
co fundador de Kiss, en fin.
Uno de los riffs
más reconocibles de la discografía Kissera dio pie a la interpretación de la
cuarta canción de la noche. “Parasite” es original de Ace Frehley, pero debido
a que no se sentía cómodo como cantante, esa parte corrió a cargo de Gene.
Curiosamente, cuando Ace vino a México y cantó algunos temas que no son suyos,
muchos Kisseros lo celebraron (y con justa razón porque fue también una gran
noche), pero al tratarse del pesado, ególatra, simio –y todo adjetivo que usted
le quiera agregar al “Demonio” Simmons- algunos lo ven mal. No en el Pepsi, ahí
parecía que un porcentaje casi total del público entendía que la noche era para
celebrar y no para denostar.
“Parasite lady,
Parasite eyes, Parasite lady, no need to cry”
Siguieron las
presentaciones de la banda sobre una base musical tipo ZZ Top para que luego
Gene se tomara un tiempito de jugueteo con el público. Probablemente porque se
trata de un concepto mucho más relajado, dirigido ciertamente al universo
kissero pero concretamente al que se identifica más con él, Gene rompió algunas
barreras que Kiss normalmente no rompe, como subir gente al escenario. La primera
de tres ocasiones sucedió para la interpretación de “Do you love me?”, otra de
Paul Stanley que fue de las más coreadas en la noche. Igual que Ace hace
algunos meses, cuando el trabajo vocal de la versión original no le corresponde
a él, en lugar de usurpar, dejaba que alguno de sus tres guitarristas tomara la
batuta y él se ,limitaba, igual que en los discos, a hacer los coros.
Tres guitarristas. Parece una especie de
epidemia. Probablemente habrá eruditos que defiendan esta decisión pero habemos
otros menos preparados que no lo entendemos. Y aquí cabe la crítica
constructiva sobre el único detalle negativo que se notó de manera permanente
en la noche, el ingeniero de sala parecía no conocer las canciones y varias
veces dejó en segundo y hasta tercer plano algunos solos que son parte
fundamental de las canciones, y más cuando además son clásicos de Kiss. Sí, la
ecualización de la batería por ejemplo era grave y le daba un claro aire al
sonido de Creatures of the Night por ejemplo, pero si bien Gene es culpable de
caer en el vicio de llevar tres guitarras para interpretar canciones que desde
hace cuatro décadas se tocan con dos, su ingeniero (o el que puso el promotor,
sea cual fuere el caso) fue culpable de tapar muchos momentos mágicos.
“I love it loud”, co escrita por Simmons y
Vinnie Vincent fue la que siguió y fue también momento de reconocer que, a
pesar de que sus nombres realmente no dicen gran cosa, los músicos de la Gene
Simmons Band son realmente buenos y se dedicaron a lo que se esperaba de ellos:
reproducir cada tema lo más fielmente posible en relación a las grabaciones
originales, y eso incluía en este caso reproducir sin falla alguna el solo de
Vinnie.
Uno de mis momentos más emotivos llegó con “Let
me go Rock and Roll”, nostalgia pura al ser uno de los primeros 4 temas que
escuché de la banda hace casi 40 años.
Otra reproducción perfecta del tema original y otra pesadilla tratar de
distinguir los solos que el ingeniero parecía decidido a ignorar. Un truco de
hacer una especie de cuchara con la mano sobre las orejas resolvía el problema,
pero lo óptimo sería que el encargado de la ecualización hiciera su trabajo.
Siguió con más del Creatures of the Night, hasta ese momento el disco menos
viejo del cual Gene había escogido temas (1982) y tocó turno a “War Machine”,
co escrita por él, Adam Mitchell y Jim Vallance, un buen recordatorio de que en
ocasiones, el Demonio es capaz también de escribir temas pesados y
contundentes.
La segunda vez que permitió gente externa en
el escenario fue para presentar a un niño pequeñito, probablemente de no más de
seis años, llamado Esteban. Maquillado como Gene, el chavito mostró gran temple
al recibir ovaciones y en lugar de arrugarse, sacar la lengua y levantar ambas
manos para hacer los cuernitos de tres dedos, aunque ya para despedirlo Gene le
dijo “bueno, ya vete”, lo cual provocó algunos coros de “culero”. Al mexicano
le cuesta trabajo entender ciertas cosas del gringo promedio, y ciertamente el
trato interpersonal entre un pueblo y el otro es muy diferente: el mexicano
tiende a ser amable y educado, el gringo es más brusco. Cuestión de idiosincrasia
más que de prepotencia en todo caso.
“¿Quieren escuchar Charisma?”. El rotundo sí
fue como apertura de pista y por fin, luego de varias giras que han tocado
suelo mexicano la gente pudo escuchar el que fuera el primer gran éxito de Kiss
en este país. Y tal como sucede con “I was made…”, en vivo y sin efectos de
estudio ni suena a música disco ni tampoco desmerece en el espectáculo, al contrario,
hizo que todos cantaran.
La aventura musical más cercana a nuestros
días llegó con “Domino”, del disco de 1992, Revenge. Con una mezcla de la
letras del demo original y las que salieron ya en la edición final, el tema
escrito y cantado por Gene abrió paso para una verdadera joya, “Going blind”, un
tema muy bizarro que habla sobre una persona de 93 años que se enamora de una
niña de 16 y que tristemente se convirtió en realidad de cierto modo cuando en
el 2014, Stephen Coronel, el co autor del tema fue sentenciado a seis años de
prisión por explotación sexual de un menor. Como sea, las perversiones de aquél
no empañan en lo más mínimo el hecho de que, ahora sí, el tema se escuchó en
todo su esplendor con ese riff de bajo tan característico que la enmarca.
Otro riff clásico de la kisstoria es el de “Watchin’
you”, otra obra con autoría total de Gene que sirvió como preámbulo para la
despedida. La tercera ocasión en la que subió gente al escenario fue para
despedir la noche con “Rock and Roll All Nite”, sólo que alguna asistente de
apodo “Tiny” (chaparrita o pequeña) se tardó en coordinar la logística de ese
detalle, lo que provocó que Gene, que ya había regañado a la susodicha
públicamente antes, pidiera un coro de “Tiny sucks” y cantara un pedazo de “La
Bamba”. Los tiempos cambian y las afortunadas que estaban en el escenario
perdían el tiempo en tomarse selfies con Gene de fondo en lugar de aprovechar la experiencia y
cantar junto a su ídolo.
Trece canciones que ciertamente son pocas,
pero también se entiende que se trataba de un concierto diferente, un pretexto
para divertirse y escuchar de viva voz de su creador algunas canciones que
Kiss, o no toca, o lo hace de manera muy esporádica.
Simmons anunció desde el escenario que el año
que viene Kiss regresará a México, y si bien se le achacan muchas cosas
negativas, también es de reconocerse que cuando hace algún anuncio de ese tipo
es porque hay verdad detrás del dicho y no es sólo hablar por hablar, así que
la hora restante de música, la que se lleva primordialmente Paul Stanley, las
explosiones, el maquillaje, los trajes, el logo iluminado, el mega diseño
escenográfico y todo lo que implica un concierto de Kiss sucederá en el 2018.
Hoy es un día para sonreír, el de anoche fue un concierto con la única
finalidad de entretener, desempolvar algunos temas oscuros, convivir y
disfrutar. Sí, Kiss se toma muy en serio la parte del negocio y Gene es uno de
los dos patrones que ponen orden ahí, pero ayer demostró que también se sabe
divertir y relajar.
Genio y figura hasta la sepultura, el Demonio
Simmons provocó el descontento de algunos cuántos al recibir desde la audiencia
una playera, la leyó, se secó el sudor con ella, se frotó los genitales con
ella y la regresó a la audiencia. Eso es un gran pedazo de memorabilia
coleccionable, y también fue una de tantas cosas nimias que Gene hace y que a
algunos ofende. Larga vida a Gene, Dios del Trueno.
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias.
**Todas las fotos son cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta.
**Todas las fotos son cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta.
domingo, octubre 15, 2017
Calabazas Reunidas
Esta es una
de esas ocasiones en que no importa lo que digan páginas como la oficial de
Helloween, Wikipedia o Metal Archives, porque la información en ellas es
confusa; me importa entonces lo que yo recuerdo, y tengo la prueba de que así
como lo cuento, es. Yo conocí a Helloween con un EP que en varios sitios
(incluso la página oficial de la banda) es acreditado como sencillo, llamado
“Judas”. La versión que yo tengo es de 1986 pero contrario a las fuentes
oficiales, trae 5 y no sólo tres canciones, de ahí que me incline más por
llamarlo EP. Está firmado como producto de Noise International y Combat Records
y la distribución se le atribuye a ImportAnt. Es en todo caso una mezcla del
primer EP oficial de la banda, llamado Helloween, y el sencillo de 1986 llamado
Judas; es decir, el lado A de mi disco es todo lo que se encontraba en el
sencillo llamado Judas (“Judas”, “Ride The Sky” y “Guardians”) y el lado B coincide
con el lado B del EP homónimo. ¿Confuso? Bueno, eran los tiempos en los que no existía
internet así que los registros de ciertas cosas suelen ser erráticos. Es, como
sea, un disco especial en mi colección porque fue el que me abrió la puerta
para conocer a la que hoy, 30 años después, se mantiene como una de mis cinco
bandas favoritas de todos los tiempos.
El vinil lo
compré en una tienda que se llamaba Discos Ser, en la calle de Perpetua, justo
en la planta baja de lo que después se llamó el LUCC y que en algún tiempo fue
un estudio de tatuajes llamado Rock and Roll Circus.
Poco después
llegó a mis manos el Keeper of the Seven Keys Pt II, lo cual sugiere que conocí
a la banda por ahí de 1987-88, y desde entonces, el enamoramiento fue intenso.
Helloween fue la primera banda que vi en vivo en el Circo Volador, o por lo
menos eso creo recordar. Aunque no recuerdo el año, la sensación es bastante
vívida, en las paredes internas del ex cine había grafiti, el lugar se sentía
húmedo y además el techo sudaba, literalmente. Después he tenido la fortuna de
verlos en varias ocasiones más, con varias de sus alineaciones y prácticamente
con todos los músicos que han pasado por ahí, excepto obviamente con Ingo
Switchenberg, fallecido trágicamente en 1995 tras arrojarse a las vías del
tren, en Hamburgo.
La historia
de la banda es amplia y ha sido contada muchas veces. Hoy parece irrelevante
quien tenía razón, aunque a juzgar por el tipo de discos que hizo Michael Kiske
luego de ser expulsado y el tipo de discos que hizo Helloween, es más probable
creer la difundida idea de que cortaron al cantante porque llevaba a la banda
por un camino musicalmente incorrecto. A mí me gusta mucho el Chameleon, pero
ciertamente es un disco que queda ahí como parte de una etapa experimental y no
como un clásico del metal.
Crecer como
metalero implica absorber toda la información que se pueda sobre las bandas que
a uno le gustan. Hacerlo sin internet era mucho más divertido y exótico, dependías
de las revistas, las historias de los amigos o primos que habían viajado fuera
de México, de los dichos de los demás. Así, saber que existía un Keeper Of The
Seven Keys sonaba lógico si existía uno llamado Part II, después estaban los
casetes que grababan los amigos, y que tal rola venía en el primer disco de la
banda, uno llamado Walls of Jericho, pero entonces ibas a la tienda de discos
(Ser, o Zorba Music o Hip 70 o Super Sound en mi caso) y buscabas, y si el que
te atendía era más bien progre o rocker pero no metalero, la odisea era peor
porque de ellos dependía parte de tu conocimiento sobre el metal: si ellos no
sabían, tú quedabas en el clásico “mis amigos dicen que” y debías aprender con
base en eso, como el sexo. Esto es, si ellos no sabían o te decían que no
existía, difícilmente podrías encontrar una fuente más informada o con mejor
credibilidad. Lo bueno en mi caso era que los casetes no mentían y canciones
como “Heavy Metal Is The Law” daban fe de que había más discos, o por lo menos
más canciones de las que ya conocíamos para finales de los 80.
Ya con Andi
Deris el cambio era notorio, pero si bien las canciones eran menos épicas y la
voz un poco menos espectacular, también era cierto que los discos eran mucho
más pesados y rápidos. ¿Cómo no caer ante los pies de una banda que después de
crear maravillas como “Ride The Sky”, “How Many Tears”, “I’m Alive”, “Future
World”, “March Of Time”, “Eagle fly Free” o “Halloween” superó el bache creativo
de Pink Bubbles Go Ape y Chameleon para crear temas como “Sole Survivor” y
“Still w ego”, para de ahí seguirse en una racha que más bien ha sido excelsa?
Como sucede
con cualquier banda que alcanza el estatus de leyenda, los rumores, peticiones
y exigencias de volver a la alineación original o por lo menos a la alineación
clásica nunca se dejaron de escuchar. Deris ha hecho un trabajo excelente a lo
largo de diez discos, más de los que grabaron con la alineación original (uno
solo) o la clásica (cuatro). Así, yo tuve la fortuna de verlos con Kai HYansen
de invitado en Wacken, y luego en México. Posteriormente el mismo Hansen se
reunió con Kiske en el marco del proyecto Avantasia y los rumores crecieron
hasta que la banda encontró una respuesta que parece la ideal para satisfacer
esa demanda: Pumpkins United.
Aquí no hubo
necesidad de correr a nadie para hacerle cancha a los que regresan, lo único
que se hizo fue sumar piezas. Hansen suma una guitarra al doble ataque que mantienen
desde hace algunos años Weikath y Gerstner, el bajo siempre ha corrido en manos
de Grosskopf, Deris y Kiske tendrán su espacio detrás del micrófono y la
batería, que es la única posición que por razones obvias no puede rescatarse en
el contexto de la banda original queda en manos de Dani Löble, que lleva ya
doce años y cinco discos con la banda. Manjar de manjares en el que a pesar de
que no se sabe cómo funcionará exactamente, será México el país que le ofrezca
la primicia al mundo entero. Primero en Monterrey, el 19 de octubre, y luego en
la CDMX, el 21, las calabazas reunidas pondrán no sólo el pie en el acelerador
sino la pauta de cómo serán las hasta ahora 33 fechas extra que se han
anunciado.
Es de
esperarse que alguno saldrá decepcionado, alguno de esos a los que nada les
acomoda, aunque también es cierto que llega un momento en la vida de cada
metalero en que lo menos importante es saber de qué se quejó alguien más y
tener una opinión propia sobre lo que se atestigua. Desde mi perspectiva,
Helloween es una de esas bandas que jamás te decepciona en vivo, o por lo menos
a mí nunca me ha sucedido. Esta experiencia tiene todo para ser uno de los
momentos más memorables del power/speed metal y así es como considero que debe
ser la expectativa, porque eso sí, la banda camina sobre una afiladísima hoja
de metal y depende sólo de ellos que al terminar de recorrer ese camino lo
hagan sin cortaduras en los pies.
Recuerdo que
siempre he escuchado que Weikath es sangrón y que no le habla a nadie y que
corrió a todos los corridos en la historia de las calabazas, pero a pesar de
que nunca he tratado directamente con él, una vez lo vi en Wacken portándose
completamente al revés de lo que su fama indica. Estaba con algunas personas en
la zona VIP, bebiendo cerveza y fumando tabaco cuando se le acercó un niño
pequeño, probablemente de no más de 8 años. Supongo, porque no hablo alemán,
que le habrá pedido que le firmara una libreta que llevaba. Weikath le contestó
en lo que aparentaba ser un mal modo porque el niño se quedó pasmado, pero luego
le tomó su libreta y la pluma y le hizo un dibujo maravilloso de una calabaza,
adornada con su firma. Supuse entonces que lo que dejó petrificado al niño no
habría sido una grosería sino, tal vez, algún comentario amable. Como sea, el
gesto fue de alguien que sabe tratar a sus fans y no de un patán. Historias que
aprende uno en esta carretera del rock.
Cada año me
imagino que es poco probable que algo llegue a sacudir mis cimientos, que ya no
hay casi nada que no haya visto y que me mueva el tapete, y cada año sucede que
me toca ver en México a Celtic Frost en el último concierto de su carrera o a
Candlemass en el lobby del Circo en una de las experiencias más sobrecogedoras
que he vivido o que puedo disfrutar de My Dying Bride al borde de las lágrimas
o claro, que las calabazas se reúnen y se vuelve imperativo estar ahí.
Por eso no
quiero cerrar este homenaje a una de mis bandas favoritas con un tétrico “ojalá
todo salga bien”, mejor con un decidido “ojalá superen mi expectativa, que es
bastante alta por cierto”.
¡Allá nos
vemos!
domingo, septiembre 03, 2017
Testament, reseña
La gira que
los trajo de regreso a México, esta vez como estelares, con banda invitada
(Thrashsteel) y no como co estelares (con Cannibal Corpse en el Pabellón, el
año pasado) es para promocionar el excelso Brotherhood of the snake, décimo
primer larga duración en la cuenta de discos en estudio de Testament. Tal vez
por esa razón arrancaron el concierto con dos golpes directos a la cabeza
sacados de las entrañas de ese trabajo, “Brotherhood of the snake” y “Rise Up”.
Tuve la
enorme dicha de estar cerca de la banda por algo más de tiempo que el que
normalmente se tiene, incluso cuando se trabaja con el promotor: esta vez fui
“tour manager” para esa fecha así que por fin tuve chance de estar unos minutos
extra alrededor de una banda que si no
está en mi top 5 es meramente porque las que están ahí llegaron a mi vida un
poco antes. Por supuesto está en mi top 10, lo ha estado por muchos años ya; es
más, si alguien ha seguido el blog o los programas de radio sabrán que por
ejemplo, por más que Death Magnetic de Metallica me pareció un buen disco en
2008, estuve totalmente en desacuerdo con toda la prensa oficialista del metal
que colocó ese trabajo como disco del añi, no, para mí esa distinción le
correspondía sin pensarlo a The Formation of Damnation, de Testament.
Así las
cosas, llegaron al Plaza unos 25 minutos antes de las 9, bañados y descansados
pero probablemente con un guiño de ansiedad provocado por alguna mala
experiencia en El salvador, país del que llegaron al medio día de ese mismo
viernes. Pidieron retrasar el inicio 10 minutos para tener tiempo de
aclimatarse y de paso que Alex contestara una entrevista previamente pactada y
que al no poderse hacer en el hotel, se hizo en el backstage. A las 9 con 10
minutos casi todo estaba en perfecto orden, todos ellos ya en un costado el
escenario, pero uno de sus técnicos no lograba dejar en orden el bajo. Pasaron
así otros 10 minutos y empezaron; el detalle del bajo, me confiaría ya después
el “guitar tech” era un botón apretado que debía estar libre, responsabilidad
suya, pero que con menos de 5 horas de sueño en las últimas cuarenta y tantas
se le había ido el avión. Sí, también los foráneos se equivocan, aunque llore
la malinche.
“When I say rise up, you say war. Rise up…War!”
Once discos en 30 años son menos de los
deseados, pero igualmente son ya tres décadas de que saliera a la venta The
Legacy, esas son tres generaciones de metaleros y normalmente, las bandas con
tantos años suelen mantener una sólida base de seguidores que los amaron en los
primeros años, antes de que (cinismo mode on) se vendieran o dejaran de tener
hambre o se conformaran u olvidaran sus orígenes (cinismo mode off). Eso suele
significar que los temas de discos más recientes no siempre tienen impacto
porque esos viejos fans que hacen mayoría en la audiencia, ya no las conocen.
En esa noche, la noche de Testament (Pólvora Rock dixit) las dos rolas de
inicio, de 2016 y 2012 respectivamente fueron no sólo bien recibidas sino
totalmente coreadas. Y a la banda no se le escapan esos detalles, probablemente
como ritual previo, Steve DiGiorgio venía en la camioneta hablando de sus experiencias
en México, de cómo con Sadus la primera vez salieron a la calle a pelear con
los mercantes piratas para luego descubrir que su merca era mucho más creativa
y chida que la oficial. Recordaba el Circo Volador, “un inmueble que igual no
es el mejor como tal pero con un gran ambiente”. Nunca habían tocado en el
Plaza, ninguno de ellos. Y lo más curioso era que hablaba para él solo porque
nadie le contestaba, todos iban con sus teléfonos o audífonos, hasta que uno de
los técnicos se dio cuenta y le contestó. Chuck Billy venía haciendo
trompetillas, algo que no entiendo aún como pero se supone que ayuda a los
cantantes a calentar. Es decir, venían ansiosos, concentrados, listos y supongo
que un poco expectantes. Ya más adelante en el show Billy dijo que “México,
Ciudad de México nunca nos falla”, lo cual ayuda a mi teoría de que
probablemente hoy, 30 años después, aún no pierden ese pequeño nervio y esa
breve incertidumbre de no saber que va a pasar.
Probablemente el primer momento en el
que me quedó bien claro que la noche sería mágica y que arriba del escenario
ellos también lo sentían fue con “More tan metes the eye”, apenas la tercera de
una larga lista de temas para esa ocasión. Todos ellos sonreían cuando la gente
reproducía a muy buen volumen el coro de la canción. Abajo del escenario Chuck
Billy es muy serio, pero ahí arriba en ocasiones sonríe, y a partir de ese
momento, la sonrisa casi nunca se le quitó.
Tres canciones debajo del cinturón y se
antojaba un guiño hacia lo clásico, pero no, siguieron con “The pale King” y
“Centuries of suffering”, otras dos bombas sacada del Brotherhood que,
sorpresivamente, no disminuyeron el nivel de entrega del público. Habrá quien
se queje de que eran muchos temas nuevos (y faltaba uno más) pero no sólo
Brotherhood es el disco más reciente de la banda sino que es un muy buen disco,
en términos generales se entiende y se acepta que quieran tocarlo.
Así, la primera certeza de que Testament
sabe que su pasado es la piedra angular de su gloria llegó con “Electric crown”,
del disco The Ritual. Para ese momento ya me encontraba en el segundo piso del
Plaza y veía como el mosh y circle pit no cesaba. La única variante era que con
ciertas canciones cambiaba su tamaño, pero empezó con las primeras notas de la
noche y no terminó hasta la última nota de la noche, mágico. Siguió otro
manotazo de autoridad con “Into the pit”: “Desde los primeros días de
Testament, en el área de la bahía de San Francisco hay algo que ha sido una
constante toquemos donde toquemos, y de eso habla esta canción. Quiero ver a la
Ciudad de México volverse loca”, y si bien la ciudad entera es un caos, los
cerca de 1500
Cabezas de Sonaja reunidos en la
condechi hicieron que tomaran vida las palabras de la canción en un espectáculo
que probablemente nunca antes había sucedido en tan elegante lugar: “Join the
insanity or die as you fall, into the pit! The mass production and the killing of all, into the pit!”
Testament puede decir orgullosamente que
jamás ha comprometido su sonido, y son muy pocas las bandas que podrían
presumir de algo así, pero eso no significa que no tengan variedad en su
pesadísimo concepto, y la muestra llegó con la semi stoner “Dark roots of
earth”, del disco homónimo.
La última que sonaría en la noche
proveniente del Brotherhood fue “Stronghold”. A falta de una libreta para
apuntar y desconfiando enormemente de mi memoria, aún a pesar de que esto
sucedió día y medio antes de que escribo esto, para este momento ya habíamos
gozado de un solo, o de un espacio para mostrar su habilidad en el instrumento
fuera del contexto de una canción, de Alex Skolnick. Y aclaro porque todas las
canciones están llenas de solos. Para el final de la noche habríamos gozado de
ese, además de solos de Eric Peterson y Steve DiGiorgio.
La primera de dos canciones en cuya
grabación no participó Skolnick llegó con “Low”, una que por poco me obliga a
olvidar mi posición de trabajo en la noche, quería quitarme la liga del pelo y
maltratar el cuello como hace más de 20 años, cuando salió el disco homónimo a
esa rola. Brutal.
Siguieron con “Throne of thorns”, del
Dark Roots y quedaba claro que el soporte del show eran ese disco y el
Brotherhood, los más recientes. Buena decisión a mi entender ya que son temas
que mjuestran la madjurez de la banda sin perder ni un gramo en cuanto a peso y
densidad.
“The Gathering” es uno de los discos más
pesados que ha grabado una banda de thrash, y afortunadamente tuvo se
representación esa noche con “Eyes of wrath”: “Eyes of wrath, the beast is in
your back. Razor blade slice your neck, slowly tear you down.
Takes another life, to feed his bloody lust; random crime spree attack, there’s
no random at all”.
“Sé que la dije antes pero yo sé que en
la Ciudad de México practican lo que predican” (al tiempo que hacía una seña
para circle pit). Si el nivel de intensidad se mantuvo siempre de arriba hacia
muy arriba, con ese anuncio el Plaza Condesa se convirtió en la iglesia thrasher
de los últimos días, el pit se duplicó en tamaño e incluso muchos de los que
ocupaban el primer piso, que casi todo el concierto habían estado cómodamente
sentados se levantaron, sacudieron el cuello, levantaron el puño y se dejaron
llevar por la brutalidad de un clásico que no muere. Además, ahí fue el punto
sin regreso: prácticamente el resto de la noche ya fue sólo un clásico tras
otro.
“Fort he past it’s too late, ‘cause the world can’t control fate,
shadows cast loud and clear, tell the world the new order’s here”. Imposible no
recibir flashazos de aquellos años de preparatoria, escuchaba y recordaba por
ejemplo que mi vinil nacional estaba manchado, parecía como si tuviera polvo
pegado, y aún lo conservo. Y luego “Urotsukidoji”, una belleza instrumental que
sirvió casi como un solo extendido de los cuatro instrumentalistas de la banda,
que por cierto y por si aún no queda claro, estaba totalmente amarradita y
aceitada, sonaba como una orquesta sinfónica de alta alcurnia sólo que tocaba
piezas propias de thrash, una especie muy extrema de música clásica.
Aparte de Demonic, que fue el único de
los 11 larga duración de Testament del que no tocaron nada sólo faltaba
escuchar algo de dos discos. The Legacy y
Souls Of Black.
“Look at the lost souls, they seem so black. Look at the lost souls,
souls of black”. Ya
dije que mi memoria es patética así que no recordar haberla escuchado antes en
vivo es una declaración que puede ser estúpida, pero no importa, esa noche la
tocaron y tanto el público del Plaza como yo la disfrutamos como si no hubiera
mañana, como si no fuera por diversas causas el único disco de Testament que ni
tengo, ni he tenido jamás.
La noche había sido perfecta hasta ese
momento, era como una gran cena buffet en la que comes todo lo que quieres y si acaso algo podría pedirse
Como
extra sería un gran postre, o tal vez un par de ellos. Y Testament estaba listo
para servir un postre doble y cerrar con un brutal brindis: “¿les gustaría algo
de la vieja escuela? ¿Qué tal algo de
The Legacy?”. “Stand in my way and I’ll run you straight through, there’s no
one to stop me now for I’m on the loose, and I’m ready to start, torture and
hell on this town, over the wall!”
Ya
estábamos más allá de la hora y media de show y aún quedaba espacio para dos
clásicos más, “Apocalyptic City” que casi me saca lagrimas de emoción y
“Disciples of the watch”, para cerrar de manera gloriosa una velada que fue
soberbia. Y ya que cada concierto es el concierto del año evitaré el lugar
común, digamos que, eso sí, para quienes disfrutan del thrash versión
norteamericana, esa fue una de las galas más exquisitas de los últimos años. El
sonido impecable, la banda en punto de ebullición el público totalmente entregado, ¿se puede
pedir más?
Desafortunadamente
no tuve tiempo de ver a Thrashsteel, cuando llegué al Plaza ellos tocaban ya su
última canción y además llegué a ver lo de la entrevista, así que ni como, sin
embargo el mero hecho de haber tocado para una audiencia del tamaño de la que
estaba ahí reunida y que, según me cuentan algunas fuentes estuvo bastante
receptiva debió ser una gran experiencia para ellos, y qué bueno.
Así,
la noche de Testament fue, por fin, la muestra de cuánto público pueden
convocar por su cuenta, el excelente momento por el que pasan y que el metal no
ha muerto. Si estos cuarentones y cincuentones pueden ofrecer un concierto de
más de hora y media con ese nivel de energía, ninguna banda de metal que se
crea digna de serlo puede poner pretextos para hacer menos (a menos obvio que
apenas empiecen y no tengan material de calidad para hora y media). Esa noche
fue tal vez una de las mejores muestras de lo que significa “old school”, no
necesariamente se refiere al sonido sino a la actitud. Casi nunca lo hago pero
ese día me valió y lo hice, tuve chance de decirles a Chuck y Alex, por
separado: “gracias por la música”.
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias.
viernes, agosto 11, 2017
Jet Jaguar, su triunfo en Wacken y un extra muy personal.
¿¿Ojo, los números de la izquierda son una referencia que usaba Thornstein Kolbeisson, el juez islandés que se encargó de la hoja de Excel, no significan nada concreto.
A ellos les tocó turno como la décima de 28 bandas que concursaron este año. Es decir, su participación fue el miércoles a las 14:45 horas. La ventaja de ese día es que no hay nada más sucediendo en Wacken excepto por Metal Battle; la desventaja es que por eso mismo, mucha gente no ha llegado aún a la tierra sagrada del metal o por la hora, están crudos de la fiesta que agarraron desde el martes. Al final del día el horario fue bueno y haber tocado entre las bandas de Finlandia e Islandia también ayudó.
A ellos les tocó turno como la décima de 28 bandas que concursaron este año. Es decir, su participación fue el miércoles a las 14:45 horas. La ventaja de ese día es que no hay nada más sucediendo en Wacken excepto por Metal Battle; la desventaja es que por eso mismo, mucha gente no ha llegado aún a la tierra sagrada del metal o por la hora, están crudos de la fiesta que agarraron desde el martes. Al final del día el horario fue bueno y haber tocado entre las bandas de Finlandia e Islandia también ayudó.
La concurrencia
era bastante considerable; sí, menor que con otras bandas mexicanas de otros
años pero no por eso poco considerable, y además se nutrió de manera sobresaliente en
los siguientes 20 minutos. Como sea, eso no era lo primordial: una de las características
más importantes en Jet Jaguar es que veían la oportunidad de tocar en Wacken
como un sueño hecho realidad, como el concierto más importante de sus vidas, la
culminación de un sueño y todo eso con una enorme ilusión y gusto. Ojo, no
quiere decir que se conformaran o que no aspiraran a lograr más hitos en su
incipiente carrera, era simplemente que hasta ese momento la de Wacken era su
presentación más importante, ni más ni menos.
Como ha sucedido
cada año, los minutos previos fueron de cierto nerviosismo. Algunas bandas lo
han demostrado más visiblemente, otras menos, pero todas se han puesto
nerviosas, es algo natural. En este caso el nervio se transformó en estrés
cuando a un minuto de su presentación, la batería no estaba totalmente armada. Faltaban
30 segundos cuando por fin quedó todo en orden: una porra, todos en sus puestos
y llegó la presentación.
Normalmente soy
enemigo de los penachos y sombreros de charro o de paja que terminan en punta
porque suelen mostrarse en eventos de gran trascendencia mediática como
mundiales de futbol, por ejemplo. Es decir, el mexicano se queja de que fuera
de México lo ven como sombrerudo de la época de Pedro Infante pero ese
estereotipo es repetido una y mil veces en las tribunas de estadios de futbol, por los mismos mexicanos, contradictorio ¿no?. Sin embargo un penacho en el contexto de una presentación
artística, como lo es subirse a un escenario al frente de una banda, me parece
aceptable. Así, Max, el cantante de los Jaguar cantó “Hunter” con un penacho
multicolor que además causó un efecto positivo entre la gente.
La banda había ensayado
algunas coreografías en el sótano del hostal donde se quedaban en Hamburgo, se
habían tomado esta presentación como algo serio y eso se notó sobre el
escenario. Tuvieron algún problema técnico con una de las guitarras que dejó de
sonar por unos segundos, pero no dejaron de tocar, al contrario, confiaron en
la gente del escenario. Después supe que se habían planteado ese escenario y
que estaban preparados para la contingencia, otro punto más a destacar de los
chavos que pudieron enfrentar el pequeño apagón con mucha frialdad y clase.
Entre el público
la vibra era maravillosa, pero por experiencias amargas en el pasado no quise
echar las campanas internas al vuelo. Entre los colegas del jurado lo que veía
eran sonrisas de aprobación, pulgares levantados y gestos de asombro pero, una
vez más, las experiencias anteriores me obligaban a ser cauto. Por dentro sólo
pensaba “qué chingón, misión cumplida”. Y es que antes de que se subieran a
tocar hablé con ellos y les dije que para mí, el éxito era que tocaran y se
ganaran al público, que no se presionaran pensando en México y mucho menos en “la
escena”, que pensaran en ellos, en que era su momento y que gozaran.
Ese día, después
de ellos, aún tocaron nueve bandas más y el jueves otras 9: Uruguay, Noruega,
Rumania, Portugal, Suecia, Estados Unidos, Belice, Israel, Sudáfrica, Indonesia, entre muchas más. Lo primero que quedó claro luego de ver y escuchar a las 28 concursantes fue que
el mundo necesita variedad. De esos 28 países, cerca de 20 o 21 ofrecieron
bandas que variaban entre el death core, death melódico o death clásico, pero sobre
todo death core. Y sí, algunos eran buenos pero al final terminan por sonar a
lo mismo, y Jet Jaguar, la banda de Rumania y la de Suecia por ejemplo rompieron
el molde y ofrecieron algo que si bien no es nuevo, tampoco es lo mismo de cada
año. “Call of the fight” y “Zero Hour” fueron la consolidación. El público estaba
a sus pies, y aquí cabe describir una vez más lo que hace diferente a Wacken:
el público va mucho más por una idea de pasarla bien y disfrutar a las bandas
que porque el cartel sea o no lo que ellos hubieran querido para su fiesta
privada. Cuando ves en los escenarios de Metal Battle a dos o tres o cuatro mil
personas te queda claro que están ahí meramente por el gusto de conocer propuestas,
no hay mayor ciencia. Es decir, cada país, sobre todo los europeos que entre el
público suman mayoría suelen ir a ver y apoyar a la banda que los representa,
pero hay otro grupo de personas, uno bastante nutrido por cierto, que va
simplemente porque no tiene ese prejuicio de “si no lo conozco no sirve”. Y ese
pequeño detalle es el que hace a una escena: apoyar significa darle la
oportunidad a las bandas emergentes, y ya si no te gustan estás en todo tu
derecho de expresarlo, pero de entrada la gente va y las escucha y las disfruta
y las respeta. Tan fácil y tan difícil a la vez.
Cerraron con “Rompiendo
el acero” y la verdad es que enchinaba la piel ver que eso de que cantar en
español limita a las bandas es un mito. Sí, es más fácil que te entiendan si
cantas en inglés pero si partes de la base de que a las bandas de Metal Battle
más bien no las conoce nadie, que canten en el idioma que sea no afecta.
Ahora bien, el
que no quiera creer en palabras del promotor de la batalla en México porque
seguramente exagera, chequen el video en Youtube y juzguen ustedes mismos si el
público estaba o no con la banda. Esa es una de las ventajas de las redes
sociales y el internet, las mentiras no suelen sostenerse por mucho tiempo.
Ya en la votación
yo estaba con esa voz interna que dice que es mejor ser cínico y no esperar
nada bueno aunque tengas elementos para hacerlo, porque llega la realidad y te
rompe todo, que tener alguna expectativa y que luego no pase nada. Una vez más,
la experiencia así me obligaba.
Cada país tiene
un jurado, y este año participaron 28 bandas, así que asumí que serían 28
jueces, sin embargo al final del día fueron bastantes más ya que algunos países
que no participaron en esta edición igualmente mandaron representantes como jurado
(China, Malasia, Irlanda, Japón y Reino Unido entre otros) así que el ganador
debía convencer a una mayoría en un universo de alrededor de 35 personas, y se
dice fácil pero son muchas personas con gustos muy diferentes, razón extra para
no dejar que las emociones de lo vivido en la presentación de los chavos se
metieran en mi cerebro.
La votación fue
el jueves a las 9 de la noche, justo a la hora en que Accept tocaba con
orquesta. Yo llevaba puesta mi playera original de la portada de Born Again de
Black Sabbath, la naca, la que es tan fea que es hermosa, la de la suerte.
Junto a mí estaba José Pablo, el promotor de Centro América que este año llevó
a una banda de Belice, otro que algo sabe de escuchar que la batalla es fraude
y demás. Con toda honestidad puedo decir que si no fuera por mi cinismo, las
señales de que algo bueno podría pasar estaban ahí: abrazos, felicitaciones,
halagos a la banda mexicana… pero como dije, ya lo he vivido antes. “Usté va a
estar bien arriba” me decía José Pablo; “ojalá alcancemos algo en el top 5” le
decía yo. Y empezaron los votos: 3 points to México… one point to México… five
points to Belice… five points to Rumania (yo voté primer lugar para ellos
porque en mi entender se lo merecían y porque no podemos votar por nuestros
propios países)… five points to México, y otro más y otro más y así varias
veces. Yo había olvidado mi cuaderno en la tienda de campaña, un cuadernito que
uso por aquello de que sirve más la más pálida tinta que la más brillante
memoria, uno en el que acostumbro apuntar el puntaje que va recibiendo México
en cada ocasión. Bueno, pues ahora no lo traía así que no podía saber con
certeza cómo iba Jet jaguar, sólo escuchaba constantemente
el nombre de México y el de Rumania y con menos insistencia otros como Francia
e Israel, por ejemplo. Cuando acabaron los votos José me dijo algo como “¡¿qué
le dije?!”; también se acercó Carlos, el promotor de Uruguay que de inmediato
me felicitó, pero fue hasta que Sascha Jahn (sí, el de Endstille) confirmó el
dato que empecé a sentir y entender lo que estaba pasando: México… no, Jet
Jaguar de México había ganado por primera vez desde que debutamos en 2009 la W:O:A
Metal Battle. Se dice muy rápido y se lee igual así que va de nuevo; México había ganado por
primera vez en su historia la Metal Battle de Wacken. Vaya.
En la sala de
prensa el reconocimiento era unánime y mientras la gente volteaba en busca de
los chavos para felicitarlos, ellos estaban abrazados, caídos en el suelo,
llorando, gritando, celebrando. Subieron a tocar pensando en que sería el
concierto más importante de sus vidas y ahora ahí estaban, viviendo la consecuencia
de haberlo tomado tan en serio. Hubo infinidad de sentimientos pero no vale
reseñarlos porque en ese momento la gloria les pertenecía sólo a ellos. Yo
había compartido la noticia en contra de la sugerencia de los alemanes con una
sola persona, la única que ha estado ahí durante todas las batallas, cada año y
casi en cada fecha. Ya me había desahogado porque guardarse semejante noticia
por cerca de 16 horas es toda una odisea, y es mucho para guardarlo en el
pecho. Curiosamente, en esas 16 horas recibí varios whatsapps preguntando si
habían ganado los chavos, como que el ambiente estaba cargado de una energía
que antes nunca se había manifestado. Aparentemente todo lo alineable estaba
alineado (valga la redundancia) en esa noche mágica, en esa noche histórica.
Una guitarra, un
ampli de bajo, unos audífonos, un refrigerador que recrea un combo de Marshall,
platos para la batería y cinco mil euros fueron parte del premio, pero nada, en
verdad nada supera el haber visto sus caras cuando ganaron. Los cinco palidecieron,
los cinco gritaron y bailaron y se abrazaron; alguno lloró, otro no sabía si
sentarse o pararse, todos fueron felices, habían dado un primer paso enorme
porque eso sí, ganar es apenas el inicio de su camino porque ahora tienen una
responsabilidad mayor, pero eso lo saben y tendrán tiempo de asimilarlo. Ya ganaron,
ahora deberán capitalizar ese triunfo.
En un grupo
privado en Facebook de promotores de Metal Battle, Toni, el `promotor de
Finlandia escribió “¡Éste fue mi Wacken más emotivo! A pesar de que no voté por
México estaba llorando cuando los vi recibir el premio. Gracias a todos por
hacer de este un Wacklen inolvidable”. En los comentarios, Thornstein, el promotor
de Islandia escribió lo siguiente “En eso estoy contigo bro, yo también lloré.
México es una nación que ha sido víctima del peor bullying por parte de una
superpotencia y su idiota presidente Trump por lo que sentí una gran emoción
cuando los anunciaron como ganadores. ¡Viva México!”. Y sí, al escribir esto yo
también lloro, una vez más.
La “escena” y los
que se cuelgan milagritos.
**Ojo, este texto me representa únicamente a mí; para efectos de este post es mi punto de vista y de nadie más.
Curiosamente y sin
ponernos de acuerdo, Jerry Voltax y yo hablábamos con los chavos y coincidíamos
en que no era prudente creer en esos cuentos chinos que les iban a empezar a
colgar de que representan a la escena mexicana o a México. No se trata tampoco
de renegar pero creíamos que el triunfo destaparía una oleada de comentarios
que irían de lo sublime a lo ridículo con la misma velocidad que alguien puede
usar un teclado, y no vale la pena angustiarse por ello. Y así ha sucedido.
“La escena” es
una entidad amorfa que habita en la cabeza de cada quien y que adopta la forma
que cada uno le da. Aunque duela, no hay un movimiento metalero mexicano sólido,
mucho menos una hermandad como la que hoy varios pregonan. Se ha avanzado en
comparación con décadas anteriores, sí, pero estamos en pañales. Mal hacen
quienes desde la comodidad de sus hipocresías llenan a la banda de halagos que
van cargados de interés; mal hacen quienes muestran su intolerancia y envidia
al felicitarlos aunque no sin antes condicionar su halago con la palabra
maldita del metal mexicano: pero (los felicito pero… que bueno que ganaron pero…
no los conocía y me da gusto pero… son buenos pero… los mocos de la osa parda
pero).
Los cinco chavos
vienen de bandas que pintaban como promesas pero que por alguna u otra razón no
siguieron adelante, o por lo menos no con ellos, y eso les dio una perspectiva
diferente de las cosas: saben que el que quiera estar en Jet Jaguar debe entender
el compromiso y sacrificio que implica estar en una banda, y curiosamente
porque va en contra del estándar de la gente de su edad (apenas entrando a sus
veintes), tienen una gran humildad. Probablemente el elemento que más pesó en
su triunfo, además de su talento, fue justamente su humildad. Muchos confunden
esa característica totalmente honrosa con debilidad, y abusan.
¿Es Jet jaguar la
muestra real de lo que es la escena en México? No. Son la muestra de una parte
de la escena, esa en la que las bandas trabajan y dejan trabajar, disfrutan y
dejan disfrutar, pero son reflejo de una minoría.
La escena real es
esa en la que gente (músicos, medios, público y detractores) enferma de
egolatría, bañada en celos y envidias habla por hablar. La escena real es una
en la que cientos de personas atacan a una banda sin haberla escuchado jamás;
agreden por ejemplo a la Batalla pero no se han parado en una fecha eliminatoria
o una final en su vida entera; publican notas para estar bien sentados en el
tren del mame pero nunca antes habían mencionado ni a la banda ni a la batalla
ni a la escena siquiera en alguna nota; odian y despotrican porque hay cien bandas
mejores pero ni conocen a la que odian ni pueden mencionar a 5 que les parezcan
mejores y sustentar su argumento, mucho menos podrían mencionar a 100.
Por eso,
independientemente de lo que ellos piensen, y aclaro, esta es mi visión de las
cosas, no les hará ningún bien creer que representan a la escena mexicana. Son parte
de ella, sí, pero no la representan, y menos cuando, como expliqué antes, su
mayor característica es la humildad. En todo caso “la escena” debería aprender
de ellos y su ética de trabajo. Ojalá no se envuelvan en la bandera de “la
escena” ni en la de México porque es más fácil que se pierdan ahí dentro. Mejor
que sigan como hasta ahora, con humildad y trabajo y entonces sí, que su origen
y pertenencia a una escena y un país entren en la ecuación. Este logro fue de
ellos, no de México ni de la escena nacional.
Ahora bien, la
llevada y traída escena tiene sus cosas buenas, sus bandas destacadas (muchas,
afortunadamente) y lo mejor de todo, tiene futuro. Tiene muchas bandas que
salen del país a Centro y Sur América, a Europa, a Norte América y muchas de
ellas hacen papeles espectaculares en lo que les corresponde, y por eso es que
vale la pena luchar y seguir adelante. Colgarse de los logros de otros es una
terrible maña, pero es bueno que por lo menos haya logros de los cuales
colgarse.
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