martes, abril 19, 2016

Candlemass, reseña.

**Los videos los tomé de la red para ilustrar el texto. Al darle click a cada uno se abre Youtube y ahí viene el crédito de quien los haya filmado.

La cita era de cierta manera ineludible. Claro, el calificativo de “ineludible” aplica no para grandes masas sino para un selecto grupo de metaleros a los que, o les gusta Candlemass, o les gusta el rock pesado a más no poder ejecutado de manera soberbia, independientemente del nombre de la banda. Pesado, esa es la clave en muchos aspectos de la música de Candlemass. No es necesariamente metal extremo como el death y sus derivados o el black y sus derivados, es pesado en el sentido primigenio de la palabra, como Black Sabbath cuando le dio al mundo sus primeros acordes y a ese mundo sólo le quedaba abrir los ojos a tope y rascarse la cabeza al no saber qué era eso que escuchaba.
Por diversas razones Candlemass tardó 30 años en visitar México, pero finalmente lo hizo y logró que poco más de 600 personas sintieran que cada segundo de esos años valiera la pena. Nota tras nota se sentía en la piel lo que es el doom metal, porque parece fácil, total nomás tocas lento y listo, pero no es así. Es todo un arte hacer que las notas lentas sean a su vez pesadas pero fascinantes; si uno cerraba los ojos y sólo escuchaba lo que sucedía en el escenario daban ganas de sacudir el cráneo como sonaja, pero la música no lo permitía. Se invitaba a hacer headbanging por supuesto pero muy acompasado, sintiendo cada vértebra cervical ocupando su lugar con el movimiento del cuello, lento, profundo, como acariciar a tu amante mientras ella duerme y no se da cuenta que le pasas la mano por la frente y el cabello, lentamente, sin prisa, gozando cada instante, absorbiendo lo que para ti es belleza única y especial.
“Feel the presence, the voice of the dark
Break the balance, intrudes your mind
Try to deny, oh master of fools
Captured forever, the loser learns the rules”

30 años que con sólo dos canciones parecían haberse borrado porque la banda arrancó con Mirror Mirror y Bewitched. Y así, de un solo golpe estaban representados ya dos discos clásicos de la banda y el género, Ancient Dreams y Nightfall. Pero Candlemass tiene 11 discos de estudio en formato larga duración, y si bien no todos son estelares, la mayoría son joyas de una corona forjada en la oscuridad de las temas depresivos y angustiosos que también pueblan la vida de las personas y así, la tercera canción volaba por la carrera de los suecos y aterrizaba en su más reciente disco con Prophet, tomada del Psalms for the Dead.
La primera vez que se deshizo la banda fue tras las pobres ventas del disco Chapter VI, primero sin Messiah Marcolin, pero eso no significa que no hubiera gemas brillantes en su interior así que la siguiente canción que cayó como baño de una oscuridad entrañable sobre la gente fue The Dying Illusion.
Pocas veces en México se ha visto un concierto en el que tema tras tema más del 85% de la gente corea las canciones, una tras otra, como si cantaran un arrullo amoroso a un ser querido. El calor en el lobby del Circo Volador era bastante intenso pero no importaba, el sudor que caía sobre los rostros encantados de la gente se perdía con algunas lágrimas de quienes sencillamente no aguantaban más la emoción de por fin tener ante sus ojos a una leyenda del calibre de Candlemass. No importa que Billboard o la RIAA o las revistas digan otra cosa, no importa que no fueran miles de personas, era un ritual al que estuvieron llamados esos pocos más de 600 porque el amor se siente mejor cuando se expresa en la intimidad.
De regreso al doblete Nightfall-Tales of Creation las siguientes dos canciones fueron Samarithan y A Cry from the Crypt. Ya para ese momento los gritos de euforia por no creer que la canción que tal o cual persona siempre quiso escuchar y no creyó que algún sucedería eran normales.
“I stand before destruction, touching the stone of my realm
So dignified...unmerciful, without empathy
You saw my birth, an ornament in your grain
You see my death, terrible and divine”

La siguiente canción fue un saludo a la era Rob Lowe (Solitude Aeternus). Emperor of the Void del maravilloso larga duración King of the Grey Islands mostró todos los colores que hay en la paleta de Candlemass. Y si bien Lowe es un gran cantante, Mats Levén no se quedó atrás en ningún momento. Yo he podido verlos ya cuatro veces, tres en Europa con Messiah Marcolin, Rob Lowe y Mats Levén y me queda claro que si bien Messiah siempre será el mito de Candlemass, Levén es quien mejor ha llevado el legado vocal en la banda.
Ya había avanzado bastante la noche, ya varios habíamos descubierto que se te puede enchinar la piel chinita, habíamos sonreído con el puño o la cerveza en alto, habíamos mirado al de al lado nuestro con esas miradas de complicidad metalera y sin embargo nada había sonado del disco que, en su momento y en su sub género, cambió la cara del metal, el Epicus Doomicus Metallicus. La espera concluyó por fin cuando las primeras notas de Under the Oak provocaron una exclamación de júbilo que si se hubiera planeado no hubiera sucedido.
Nightfall volvería a ser protagonista con la magistral At the gallows end, una de las más coreadas y vitoreadas en una noche donde cantar y vitorear fueron la norma en todo momento.
“With sad emotions, I sing this epitaph
my swansong, my headstone, the farewell of my heart
The hills of Tyburn, up where the gallows stand
only the vultures will come to see me hang
Behold the sight of my Golgatha
the gallows enlightened by the moon
proud of his art are the carpenter
his creation a tool for my doom”
Para cerrar la noche, o mejor dicho para cerrar la primera parte del concierto, cuando ya Candlemass tenía a su público mexicano en la bolsa y cuando el público mexicano le había mostrado a Candlemass un amor incondicional que no les pasó desapercibido, el Epicus se hizo presente de nuevo con A Sorcerer’s Pledge. Wow, vaya manera de dejar el escenario para respirar unos minutitos. Obviamente sabíamos que faltaba más, no sabíamos qué ni cuántas pero un grito al unísono comenzó a retumbar: ¡solitude! ¡solitude!...
Y esa hubiera sido la salida fácil pero este era un concierto destinado a ser recordado por siempre y para eso no se permiten las salidas fáciles, Solitude llegaría en su momento pero antes la banda estaba dispuesta a alargar la hermosa agonía musical con el uno dos del tales of Creation: The Prophecy y Dark Reflections dejaron claro no sólo que ese disco es uno de los mejores en su historia sino que también es de los más queridos por sus fans quienes entonamos a grito pelado cada frase. Clásicos de los conciertos legendarios como “¡no mames!”, “no puedo creer que toquen esta”, “tsss, qué cabrón” y “¡a huevo!” se escucharon sin parar.
Parecía que del Epicus no sonaría ya nada más excepto por la ansiada Solitude pero ya en la recta final del concierto y antes del glorioso final nos regalaron Crystal Ball. Ya para entonces el éxtasis era total así que cuando por fin llegó el cierre del concierto ya no se sentía como en esos típicos shows en que más bien ya esperas la clásica porque ya te quieres ir. No, en esa noche Solitude llegó para cerrar con broche de oro uno delos mejores conciertos en la historia de esta Ciudad. Levén la canta con un estilo muy sombrío y fúnebre, distinto a la versión que todos conocemos y que sin embargo se presta de manera soberbia para que todo mundo la cante, la goce, sufra lo mismo que el personaje que pinta y que pide “por favor, déjame morir en soledad”.

Candlemass demostró, por lo menos para mi entender que ni el rock ni el metal están muertos o en fase terminal. Para mí el metal está saludable y robusto en ese circuito más subterráneo de los conciertos “chicos”, ese circuito al cual siempre ha pertenecido porque ahí el metal es regla, en las grandes arenas y estadios es más bien excepción. Hoy no importa que el público llamado oportunista vaya a llenar el Foro Sol con Guns and Roses o Black Sabbath o que haya llenado el palacio con Maiden. Ellos y Sabbath se ganaron a pulso el tener esos foros enormes repletos de gente, aunque no necesariamente sea repletos de fans. De esos tres, al momento de escribir esta reseña sólo Maiden ha sucedido ya y claro, tuvo todo lo que se espera de un concierto de ellos: clásicos inmortales, espectacular escenografía, un público entregado. Los otrtos dos (Guns y Sabbath) aún no suceden y ya hay quien los califica como “concierto del año”. En mi opinión no puedes calificar algo que no ha sucedido pero tampoco importa. El de Candlemass fue uno de los conciertos más redondos y perfectos que se hayan vivido en México. No fue masivo pero 630 personas supimos de una buena vez lo que representa ser una leyenda del metal. Habrá conciertos que la masa llamará “el mejor del año” porque así rueda la pelota del mundo del entretenimiento y habrá conciertos que efectivamente sean de lo mejor en la historia. Candlemass entra en esa segunda categoría. Hay bandas que hacen y harán conciertos masivos, llenos de tecnología, llenos de gente, impulsados con grandes esfuerzos mediáticos y hay conciertos de élite, como el que ofreció Candlemass.
“I'm sitting here alone in darkness, waiting to be free,
Lonely and forlorn I am crying
I long for my time to come, death means just life
Please let me die in solitude-
Hate is my only friend, pain is my father
Torment is delight to me
Death is my sanctuary, I seek it with pleasure
Please let me die in solitude.
Receive my sacrifice, my lifeblood is exhausted!
No one gave love and understanding
Hear these words, vilifiers and pretenders
Please let me die in solitude..!”

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