martes, octubre 31, 2017

Gene Simmons, reseña

El Rock por naturaleza suele ser rebelde, crítico, subversivo y eso es bueno, pero también por momentos puede ser divertido sin que eso implique perder validez.
Sobre Gene Simmons, la persona, se ha dicho y escrito mucho, demasiado tal vez. La gente habla de él como si en verdad lo conociera y sin tratar de defenderlo, porque ha demostrado mil veces que es perfectamente capaz de hacerlo, lo primero que debe importar al hablar de él debe ser su oferta artística sobre el escenario: “los negocios son una cosa y la música es otra”, escribió acertadamente hace unos días en un comentario de red social el periodista José Luis Pluma.

La venta de boletos no fue ni remotamente la esperada, en ese sentido el concierto del 30 de octubre fue un fracaso rotundo. Algunos estaban gastados (fin de semana de Knottfest, Puebla Metal Fest, Northside Rock Park Meeting, Defenders of The North, Kreator, Tarja…), otros ni siquiera estaban enterados y muchos no fueron por una abultada cantidad de prejuicios sobre la ideología política y moral de Gene. Es decir, muchos Kisseros y rockeros en general se perdieron de un gran concierto porque Simmons ha mostrado estar de acuerdo en ciertas decisiones de su presidente, o porque quiso patentar el uso de los cuernitos tipo Spiderman, o porque no le gusta firmar memorabilia o porque esto y lo otro. Ciertamente vivimos en una democracia (muy cuestionable en niveles concretos, pero democracia finalmente) en la que todos tienen derecho a opinar (por lo menos en cuestiones vacuas como un concierto de rock o la vida de un artista), comprar o no boletos para un concierto con base en cualquier argumento que deseen y despotricar contra un artista determinado en lo que por momentos parecía campaña para, justamente, lograr que la gente no fuera.
Gene tiene el cuero bastante grueso y no se deja amedrentar por estas nimiedades, finalmente es el creador de la mitad de uno de los emporios más grandes en la historia del rock, estableció de manera empírica y después muy estudiada un reglamento no publicado que siguen todas las bandas del mundo del rock duro -desde los casos obvios como Maiden y Metallica hasta los más true como las bandas blackers que venden cervezas con sus nombres- sobre como hacer rentable un producto, aunque algunos nos tardemos años en asimilar y aceptar que una banda de rock es entre muchas cosas más, es un producto.
Por eso hay que dividir los sentimientos personales hacia un artista y los sentimientos hacia la creación artística de dichos personajes. Una vez que se logra, el de anoche fue un concierto que cumplió con una premisa básica de Kiss: divertir y entretener (quiero rocanrolear toda la noche y enfiestarme todo el día).

Dos minutos antes de las 9 de la noche comenzó la intro de “Radioactive”, aunque sólo fue eso, la introducción. La descarga rocker comenzó propiamente como han arrancado algunos conciertos de Kiss en México, con “Deuce”. Contrario a lo que se vio en algunos videos en los que parecía que Gene estaba aburrido, en el Pepsi Center comenzó con la actitud correcta sin importar el tamaño de la audiencia (que por cierto y gracias a los trucos para reducir espacios se veía nutrida, aunque no lo fuera tanto).
Su presencia era impecable: vestimenta negra con algún adorno de calavera mexicana en la camisa, cabello recién pintado, lentes oscuros redondeaban esa ególatra postura física y gesticular que tanto ha marcado su carrera. Pero es Gene Simmons, y aunque un poco menos marcado, dos días antes también Paul McCartney, el Sir Británico, se dejó querer por la gente a manera de porras con su nombre y también él alentó en un par de ocasiones a la gente para que lo celebraran. Y lo hacen casi todos los cantantes de bandas de rock exitosas, aunque los fans de esas se enojen y digan lo contrario.
“Nothing To Lose”. La historia sobre sexo anal que se hiciera clásica en la voz de Peter Criss pero que es autoría total de Simmons fue el segundo tema de la noche y le siguió “Shout it out loud”, co escrita por él, Paul Stanley y Bob Ezrin. Hubo por ahí algún comentario de alguien que se quejaba ya en ese momento de que sólo eran temas de Kiss, y bueno, probablemente esta persona esperaba versiones de los Beatles o Queen, aunque en el escenario el que estuviera parado fuera el co fundador de Kiss, en fin.
Uno de los riffs más reconocibles de la discografía Kissera dio pie a la interpretación de la cuarta canción de la noche. “Parasite” es original de Ace Frehley, pero debido a que no se sentía cómodo como cantante, esa parte corrió a cargo de Gene. Curiosamente, cuando Ace vino a México y cantó algunos temas que no son suyos, muchos Kisseros lo celebraron (y con justa razón porque fue también una gran noche), pero al tratarse del pesado, ególatra, simio –y todo adjetivo que usted le quiera agregar al “Demonio” Simmons- algunos lo ven mal. No en el Pepsi, ahí parecía que un porcentaje casi total del público entendía que la noche era para celebrar y no para denostar.

“Parasite lady, Parasite eyes, Parasite lady, no need to cry”
Siguieron las presentaciones de la banda sobre una base musical tipo ZZ Top para que luego Gene se tomara un tiempito de jugueteo con el público. Probablemente porque se trata de un concepto mucho más relajado, dirigido ciertamente al universo kissero pero concretamente al que se identifica más con él, Gene rompió algunas barreras que Kiss normalmente no rompe, como subir gente al escenario. La primera de tres ocasiones sucedió para la interpretación de “Do you love me?”, otra de Paul Stanley que fue de las más coreadas en la noche. Igual que Ace hace algunos meses, cuando el trabajo vocal de la versión original no le corresponde a él, en lugar de usurpar, dejaba que alguno de sus tres guitarristas tomara la batuta y él se ,limitaba, igual que en los discos, a hacer los coros.
Tres guitarristas. Parece una especie de epidemia. Probablemente habrá eruditos que defiendan esta decisión pero habemos otros menos preparados que no lo entendemos. Y aquí cabe la crítica constructiva sobre el único detalle negativo que se notó de manera permanente en la noche, el ingeniero de sala parecía no conocer las canciones y varias veces dejó en segundo y hasta tercer plano algunos solos que son parte fundamental de las canciones, y más cuando además son clásicos de Kiss. Sí, la ecualización de la batería por ejemplo era grave y le daba un claro aire al sonido de Creatures of the Night por ejemplo, pero si bien Gene es culpable de caer en el vicio de llevar tres guitarras para interpretar canciones que desde hace cuatro décadas se tocan con dos, su ingeniero (o el que puso el promotor, sea cual fuere el caso) fue culpable de tapar muchos momentos mágicos.
“I love it loud”, co escrita por Simmons y Vinnie Vincent fue la que siguió y fue también momento de reconocer que, a pesar de que sus nombres realmente no dicen gran cosa, los músicos de la Gene Simmons Band son realmente buenos y se dedicaron a lo que se esperaba de ellos: reproducir cada tema lo más fielmente posible en relación a las grabaciones originales, y eso incluía en este caso reproducir sin falla alguna el solo de Vinnie.

Uno de mis momentos más emotivos llegó con “Let me go Rock and Roll”, nostalgia pura al ser uno de los primeros 4 temas que escuché de la banda hace  casi 40 años. Otra reproducción perfecta del tema original y otra pesadilla tratar de distinguir los solos que el ingeniero parecía decidido a ignorar. Un truco de hacer una especie de cuchara con la mano sobre las orejas resolvía el problema, pero lo óptimo sería que el encargado de la ecualización hiciera su trabajo. Siguió con más del Creatures of the Night, hasta ese momento el disco menos viejo del cual Gene había escogido temas (1982) y tocó turno a “War Machine”, co escrita por él, Adam Mitchell y Jim Vallance, un buen recordatorio de que en ocasiones, el Demonio es capaz también de escribir temas pesados y contundentes.
La segunda vez que permitió gente externa en el escenario fue para presentar a un niño pequeñito, probablemente de no más de seis años, llamado Esteban. Maquillado como Gene, el chavito mostró gran temple al recibir ovaciones y en lugar de arrugarse, sacar la lengua y levantar ambas manos para hacer los cuernitos de tres dedos, aunque ya para despedirlo Gene le dijo “bueno, ya vete”, lo cual provocó algunos coros de “culero”. Al mexicano le cuesta trabajo entender ciertas cosas del gringo promedio, y ciertamente el trato interpersonal entre un pueblo y el otro es muy diferente: el mexicano tiende a ser amable y educado, el gringo es más brusco. Cuestión de idiosincrasia más que de prepotencia en todo caso.
“¿Quieren escuchar Charisma?”. El rotundo sí fue como apertura de pista y por fin, luego de varias giras que han tocado suelo mexicano la gente pudo escuchar el que fuera el primer gran éxito de Kiss en este país. Y tal como sucede con “I was made…”, en vivo y sin efectos de estudio ni suena a música disco ni tampoco desmerece en el espectáculo, al contrario, hizo que todos cantaran.

La aventura musical más cercana a nuestros días llegó con “Domino”, del disco de 1992, Revenge. Con una mezcla de la letras del demo original y las que salieron ya en la edición final, el tema escrito y cantado por Gene abrió paso para una verdadera joya, “Going blind”, un tema muy bizarro que habla sobre una persona de 93 años que se enamora de una niña de 16 y que tristemente se convirtió en realidad de cierto modo cuando en el 2014, Stephen Coronel, el co autor del tema fue sentenciado a seis años de prisión por explotación sexual de un menor. Como sea, las perversiones de aquél no empañan en lo más mínimo el hecho de que, ahora sí, el tema se escuchó en todo su esplendor con ese riff de bajo tan característico que la enmarca.
Otro riff clásico de la kisstoria es el de “Watchin’ you”, otra obra con autoría total de Gene que sirvió como preámbulo para la despedida. La tercera ocasión en la que subió gente al escenario fue para despedir la noche con “Rock and Roll All Nite”, sólo que alguna asistente de apodo “Tiny” (chaparrita o pequeña) se tardó en coordinar la logística de ese detalle, lo que provocó que Gene, que ya había regañado a la susodicha públicamente antes, pidiera un coro de “Tiny sucks” y cantara un pedazo de “La Bamba”. Los tiempos cambian y las afortunadas que estaban en el escenario perdían el tiempo en tomarse selfies con Gene de fondo en lugar de aprovechar la experiencia y cantar junto a su ídolo.
Trece canciones que ciertamente son pocas, pero también se entiende que se trataba de un concierto diferente, un pretexto para divertirse y escuchar de viva voz de su creador algunas canciones que Kiss, o no toca, o lo hace de manera muy esporádica.

Simmons anunció desde el escenario que el año que viene Kiss regresará a México, y si bien se le achacan muchas cosas negativas, también es de reconocerse que cuando hace algún anuncio de ese tipo es porque hay verdad detrás del dicho y no es sólo hablar por hablar, así que la hora restante de música, la que se lleva primordialmente Paul Stanley, las explosiones, el maquillaje, los trajes, el logo iluminado, el mega diseño escenográfico y todo lo que implica un concierto de Kiss sucederá en el 2018. Hoy es un día para sonreír, el de anoche fue un concierto con la única finalidad de entretener, desempolvar algunos temas oscuros, convivir y disfrutar. Sí, Kiss se toma muy en serio la parte del negocio y Gene es uno de los dos patrones que ponen orden ahí, pero ayer demostró que también se sabe divertir y relajar.
Genio y figura hasta la sepultura, el Demonio Simmons provocó el descontento de algunos cuántos al recibir desde la audiencia una playera, la leyó, se secó el sudor con ella, se frotó los genitales con ella y la regresó a la audiencia. Eso es un gran pedazo de memorabilia coleccionable, y también fue una de tantas cosas nimias que Gene hace y que a algunos ofende. Larga vida a Gene, Dios del Trueno.

Si llegaste hasta aquí, muchas gracias.

**Todas las fotos son cortesía de OCESA/Lulú Urdapilleta.

domingo, octubre 15, 2017

Calabazas Reunidas

Esta es una de esas ocasiones en que no importa lo que digan páginas como la oficial de Helloween, Wikipedia o Metal Archives, porque la información en ellas es confusa; me importa entonces lo que yo recuerdo, y tengo la prueba de que así como lo cuento, es. Yo conocí a Helloween con un EP que en varios sitios (incluso la página oficial de la banda) es acreditado como sencillo, llamado “Judas”. La versión que yo tengo es de 1986 pero contrario a las fuentes oficiales, trae 5 y no sólo tres canciones, de ahí que me incline más por llamarlo EP. Está firmado como producto de Noise International y Combat Records y la distribución se le atribuye a ImportAnt. Es en todo caso una mezcla del primer EP oficial de la banda, llamado Helloween, y el sencillo de 1986 llamado Judas; es decir, el lado A de mi disco es todo lo que se encontraba en el sencillo llamado Judas (“Judas”, “Ride The Sky” y “Guardians”) y el lado B coincide con el lado B del EP homónimo. ¿Confuso? Bueno, eran los tiempos en los que no existía internet así que los registros de ciertas cosas suelen ser erráticos. Es, como sea, un disco especial en mi colección porque fue el que me abrió la puerta para conocer a la que hoy, 30 años después, se mantiene como una de mis cinco bandas favoritas de todos los tiempos.


El vinil lo compré en una tienda que se llamaba Discos Ser, en la calle de Perpetua, justo en la planta baja de lo que después se llamó el LUCC y que en algún tiempo fue un estudio de tatuajes llamado Rock and Roll Circus.
Poco después llegó a mis manos el Keeper of the Seven Keys Pt II, lo cual sugiere que conocí a la banda por ahí de 1987-88, y desde entonces, el enamoramiento fue intenso. Helloween fue la primera banda que vi en vivo en el Circo Volador, o por lo menos eso creo recordar. Aunque no recuerdo el año, la sensación es bastante vívida, en las paredes internas del ex cine había grafiti, el lugar se sentía húmedo y además el techo sudaba, literalmente. Después he tenido la fortuna de verlos en varias ocasiones más, con varias de sus alineaciones y prácticamente con todos los músicos que han pasado por ahí, excepto obviamente con Ingo Switchenberg, fallecido trágicamente en 1995 tras arrojarse a las vías del tren, en Hamburgo.
La historia de la banda es amplia y ha sido contada muchas veces. Hoy parece irrelevante quien tenía razón, aunque a juzgar por el tipo de discos que hizo Michael Kiske luego de ser expulsado y el tipo de discos que hizo Helloween, es más probable creer la difundida idea de que cortaron al cantante porque llevaba a la banda por un camino musicalmente incorrecto. A mí me gusta mucho el Chameleon, pero ciertamente es un disco que queda ahí como parte de una etapa experimental y no como un clásico del metal.
Crecer como metalero implica absorber toda la información que se pueda sobre las bandas que a uno le gustan. Hacerlo sin internet era mucho más divertido y exótico, dependías de las revistas, las historias de los amigos o primos que habían viajado fuera de México, de los dichos de los demás. Así, saber que existía un Keeper Of The Seven Keys sonaba lógico si existía uno llamado Part II, después estaban los casetes que grababan los amigos, y que tal rola venía en el primer disco de la banda, uno llamado Walls of Jericho, pero entonces ibas a la tienda de discos (Ser, o Zorba Music o Hip 70 o Super Sound en mi caso) y buscabas, y si el que te atendía era más bien progre o rocker pero no metalero, la odisea era peor porque de ellos dependía parte de tu conocimiento sobre el metal: si ellos no sabían, tú quedabas en el clásico “mis amigos dicen que” y debías aprender con base en eso, como el sexo. Esto es, si ellos no sabían o te decían que no existía, difícilmente podrías encontrar una fuente más informada o con mejor credibilidad. Lo bueno en mi caso era que los casetes no mentían y canciones como “Heavy Metal Is The Law” daban fe de que había más discos, o por lo menos más canciones de las que ya conocíamos para finales de los 80.
Ya con Andi Deris el cambio era notorio, pero si bien las canciones eran menos épicas y la voz un poco menos espectacular, también era cierto que los discos eran mucho más pesados y rápidos. ¿Cómo no caer ante los pies de una banda que después de crear maravillas como “Ride The Sky”, “How Many Tears”, “I’m Alive”, “Future World”, “March Of Time”, “Eagle fly Free” o “Halloween” superó el bache creativo de Pink Bubbles Go Ape y Chameleon para crear temas como “Sole Survivor” y “Still w ego”, para de ahí seguirse en una racha que más bien ha sido excelsa?
Como sucede con cualquier banda que alcanza el estatus de leyenda, los rumores, peticiones y exigencias de volver a la alineación original o por lo menos a la alineación clásica nunca se dejaron de escuchar. Deris ha hecho un trabajo excelente a lo largo de diez discos, más de los que grabaron con la alineación original (uno solo) o la clásica (cuatro). Así, yo tuve la fortuna de verlos con Kai HYansen de invitado en Wacken, y luego en México. Posteriormente el mismo Hansen se reunió con Kiske en el marco del proyecto Avantasia y los rumores crecieron hasta que la banda encontró una respuesta que parece la ideal para satisfacer esa demanda: Pumpkins United. 
Aquí no hubo necesidad de correr a nadie para hacerle cancha a los que regresan, lo único que se hizo fue sumar piezas. Hansen suma una guitarra al doble ataque que mantienen desde hace algunos años Weikath y Gerstner, el bajo siempre ha corrido en manos de Grosskopf, Deris y Kiske tendrán su espacio detrás del micrófono y la batería, que es la única posición que por razones obvias no puede rescatarse en el contexto de la banda original queda en manos de Dani Löble, que lleva ya doce años y cinco discos con la banda. Manjar de manjares en el que a pesar de que no se sabe cómo funcionará exactamente, será México el país que le ofrezca la primicia al mundo entero. Primero en Monterrey, el 19 de octubre, y luego en la CDMX, el 21, las calabazas reunidas pondrán no sólo el pie en el acelerador sino la pauta de cómo serán las hasta ahora 33 fechas extra que se han anunciado.
Es de esperarse que alguno saldrá decepcionado, alguno de esos a los que nada les acomoda, aunque también es cierto que llega un momento en la vida de cada metalero en que lo menos importante es saber de qué se quejó alguien más y tener una opinión propia sobre lo que se atestigua. Desde mi perspectiva, Helloween es una de esas bandas que jamás te decepciona en vivo, o por lo menos a mí nunca me ha sucedido. Esta experiencia tiene todo para ser uno de los momentos más memorables del power/speed metal y así es como considero que debe ser la expectativa, porque eso sí, la banda camina sobre una afiladísima hoja de metal y depende sólo de ellos que al terminar de recorrer ese camino lo hagan sin cortaduras en los pies.
Recuerdo que siempre he escuchado que Weikath es sangrón y que no le habla a nadie y que corrió a todos los corridos en la historia de las calabazas, pero a pesar de que nunca he tratado directamente con él, una vez lo vi en Wacken portándose completamente al revés de lo que su fama indica. Estaba con algunas personas en la zona VIP, bebiendo cerveza y fumando tabaco cuando se le acercó un niño pequeño, probablemente de no más de 8 años. Supongo, porque no hablo alemán, que le habrá pedido que le firmara una libreta que llevaba. Weikath le contestó en lo que aparentaba ser un mal modo porque el niño se quedó pasmado, pero luego le tomó su libreta y la pluma y le hizo un dibujo maravilloso de una calabaza, adornada con su firma. Supuse entonces que lo que dejó petrificado al niño no habría sido una grosería sino, tal vez, algún comentario amable. Como sea, el gesto fue de alguien que sabe tratar a sus fans y no de un patán. Historias que aprende uno en esta carretera del rock.
Cada año me imagino que es poco probable que algo llegue a sacudir mis cimientos, que ya no hay casi nada que no haya visto y que me mueva el tapete, y cada año sucede que me toca ver en México a Celtic Frost en el último concierto de su carrera o a Candlemass en el lobby del Circo en una de las experiencias más sobrecogedoras que he vivido o que puedo disfrutar de My Dying Bride al borde de las lágrimas o claro, que las calabazas se reúnen y se vuelve imperativo estar ahí.
Por eso no quiero cerrar este homenaje a una de mis bandas favoritas con un tétrico “ojalá todo salga bien”, mejor con un decidido “ojalá superen mi expectativa, que es bastante alta por cierto”.

¡Allá nos vemos!